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Casa Rural Cueva El Nido: una experiencia rural distinta para reconectar con la calma

  • Ana
  • 18 sept 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 20 abr

Cuando el silencio es un lujo

Desde el instante en que cruzas las puertas rojizas de Casa Cueva El Nido, cubiertas por un tejadillo que enmarca tres antiguas salidas de humo, se siente que estás entrando a otro tiempo. Aquí, el ruido del mundo exterior se disuelve entre paredes encaladas y susurros de piedra. La atmósfera invita a bajar el ritmo, a respirar profundo, a dejarse envolver por una quietud que cura.

Un recibimiento de luz, blanco y azul

El blanco radiante de las paredes, reflejando los rayos del sol matutino, ciega con dulzura tus primeros pasos. En contraste, el azul turquesa de la coqueta piscina se convierte en un imán para la mirada. Un espacio perfecto para los juegos infantiles, un chapuzón relajante o una tarde de sol con un libro entre manos.

Bajando por la suave rampa, llegamos al porche. En verano, una brisa fresca emerge de la propia cueva. Es una bienvenida que solo la naturaleza sabe dar. Cactus altos y resistentes decoran este rincón, donde los sofás indonesios te invitan a tardes de charla eterna o siestas robadas al reloj.

El corazón de la tierra late en esta casa cueva rural

Entramos por un vestíbulo adornado con espejos de diferentes épocas y estilos. Un collage que refleja al visitante como parte del lugar. La penumbra suave te guía al primer ensanche: el comedor. Aquí, una gran mesa para 12 personas espera conversaciones encadenadas, juegos de mesa, sobremesas largas. La vajilla, colorida y viva, parece contar historias de otras comidas compartidas.

A nuestra derecha, dos arcadas de piedra nos conducen al amplio salón. Sofás mullidos y sillones invitan a recogerse, a jugar, a reír en grupo. A la izquierda, la piedra se divierte formando rincones, curvas y escondites. Las escaleras de piedra son como una espiral de otro mundo: imposible no querer una foto allí.

Y en el centro, una elegante barra de mármol abre paso a la cocina. Sus luces de colores recuerdan un pequeño pub acogedor. Las copas de cristal y la vinoteca nos susurran planes de cata y tertulia. ¿Un vino de la tierra? Imprescindible.

Dormir entre bóvedas de historia

El pasillo que lleva a las habitaciones es un espectáculo en sí mismo. Arcadas cruzadas, techos abovedados, piedra viva que abriga. Las camas, blancas y esponjosas, contrastan con la solidez milenaria del entorno. Es como dormir en un nido excavado con mimo por la tierra.

En las paredes, obras de grandes impresionistas aportan calidez y arte. Te sientes parte de una galería privada, secreta, solo para ti.

Espacio para jugar, compartir y desconectar

Al salir, una gran escalera nos lleva a la zona exterior superior. Allí se esconde un tesoro para familias con niños: un espacio cubierto con canasta de baloncesto, mini pista de fútbol-tenis y mesa de ping-pong. Risas aseguradas.

Y como colofón: la terraza chill out. Los sofás blancos y marrones bajo la pérgola, los tules bailando con la brisa. Al fondo, el grifo de cerveza escarchado. Un premio al descanso y la buena compañía. La barbacoa ya chisporrotea: huele a brasas, a carne local, a cena bajo las estrellas.

Final del día: Regreso al refugio

La noche cae, el aire refresca. La cueva nos vuelve a acoger con su abrazo pétreo y cálido. Y comprendemos que Casa Cueva El Nido no es solo un alojamiento rural: es una experiencia sensorial, emocional, casi espiritual. Es el lugar donde las vacaciones se transforman en recuerdos eternos.



Vista nocturna de la piscina iluminada de Casa Cueva El Nido, alojamiento rural en Castilla-La Mancha, ideal para escapadas en familia o con amigos.
Cuando cae la noche, la piscina de nuestra casa cueva rural se convierte en un rincón mágico donde el tiempo se detiene y el silencio lo envuelve todo.


 
 
 

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